La vida es un viaje experimental hecho involuntariamente.
Fernando Pessoa
Nada nos destruye más certeramente que el silencio de otro ser humano.
George Steiner
George Steiner
Desistí de mi trabajo. Desde entonces, la paja y el grano están mezclados. Bajo el cielo gris el horizonte es una mancha, y la voz ya no responde.
Extranjero. Ex. Extrañamiento. Desentrañado: vuelto a parir. Este viaje ya lo leí más de cinco veces. La noche no circula libremente arriba del barco; tiene sus normas, su código, sus ritos que cumplir. Él siente que dentro del viaje, hay otro viaje.
EL HOMBRE ES EL PASADO DE LA MUJER.
- Estoy haciendo pedazos el futuro del hombre.
En la historia no había ningún progreso, pero el hombre y Equis coincidieron en que la esencia de algunas historias es precisamente ésa: no modificarse, permanecer como reductos estables, como faros, como ciudadelas, frente al irresistible deterioro del tiempo.
Vercingetórix desapareció una mañana cruda de agosto, en que el tiempo estaba algo frío, es verdad, él no había tomado ninguna disposición para combatirlo, ni preparar el viaje, porque hay viajes involuntarios que nos sorprenden en medio de nuestra candorosa hipótesis del tiempo y el espacio.
El viaje se había efectuado hace varios años, ya, y la gente se olvidó de él, porque nada puede lo maravilloso ante el indiscutible peso de lo real. Todos somos exiliados de algo o de alguien -contemporizó Equis-. En realidad, ésa es la verdadera condición del hombre. Caminaba despacio por homenaje. Yo estuve allí y no pude quedarme. En la tierra, me siento perdido. Y ése es otro orden. Equis, cauteloso, pensó que había viajes de los cuales no se podía volver.
La ciudad, un viaje al ombligo del mundo.
En principio, por el mero hecho de existir, cualquier obra me parece optimista.
Percival no entendía por qué la gente lanzaba desperdicios al agua, y algo mucho peor: a veces lo entendía perfectamente y entonces se ponía muy furioso. En ese pasado muy antiguo él no sabía quién había sido, pero estaba seguro, en cambio, de que su afinidad con el agua del lago y con los patos era mucho mayor. Percival los encontraba hermosos, con esa rara belleza de las cosas que subsisten fragmentadas, vacias de finalidad, desprovistas de función. //Le dieron comida envenenada. Esta muerto. Parecía muy inocente. ¿Sabes lo que te quiero decir? Que había sido sorprendido en su buena fe. Alguien le había lanzado una bola de pan. Y él había respetado los sobreentendidos. El sobreentendido de que él come pan y cosas menudas que encuentra en el agua y de que no pide nada a nadie. ¿Cómo iba él a saberlo? Ellos no molestan a nadie. Viven. Sencillamente: viven. Hasta que aparece un cretino lleno de bolas de pan envenenadas, monta guardia junto al lago y cuando nadie lo ve se las lanza. Y ellos comen porque nadie les ha dicho lo contrario; es una regla que cumplen desde el principio y no comprenden cómo un acto natural puede ser de pronto subvertido. Y sé muy bien qué quiere decir esa palabra.
¿Qué hacían las mujeres cuando estaban tristes? ¿A qué lugares iban? ¿Dónde ventilaban su melancolía? Había pocos lugares públicos para las mujeres: seguramente debían consumir su estado de ánimo en soledad, junto a los trastos y la máquina de lavar. ¿Quién había visto alguna vez a una mujer, de su edad, aproximadamente, con aspecto parecido -es decir: sin un aspecto muy definido- entrar a un bar de luces violáceas, pequeño y maloliente, acodarse en el mostrador de plástico y pedir una cerveza, con naturalidad, y ser atendida con naturalidad, sin despertar el recelo o la sospecha o la curiosidad, sin que un entrometido cualquiera, gordo y melifluo se le acercara, para interrumpirla o provocarla? Sólo las viejas, las borrachas o las mujeres de la vida. Equis sintió un estremecimiento cuando interiormente pronunció esa expresión. Rara ambigüedad: quizás había un secreto homenaje en esa atribución aparentemente despectiva. Ser mujer de la vida quería decir no ser mujer de nadie, ni de Equis, ni de la cocina, ni de los niños. Pertenecían a la vida, que es a quien pertenecemos todos, es decir, los hombres. ¿Qué haría una mujer con su tristeza? Había códigos y ritos para muchas cosas y un hombre triste entra a un bar, pide una cerveza, mira deslizarse las bolas plateadas de los bumpers, de soslayo encuentra su perfil en el espejo y hace como que conoce a ese intruso, a ese huésped del reflejo, es posible que termine la noche con cualquier mujer de la vida, eyaculando tristezas en otro culo, porque para eso tiene falo y paga, ¿dónde eyaculan las mujeres, en qué culo se descargan?.
Sólo en nuestra imaginación o en los sueños los seres que amamos ocupan el lugar que les corresponde. //No leer los diarios era como desafiliarse del mundo, como una rebeldía impotente pero digna.
Así se viajaba en la antigüedad: con mapas imprecisos. Operando por símiles o por imaginación.
Faltan enero, noviembre, diciembre y,
por lo menos,
dos ríos del paraíso.
extractos de
L a n a v e d e l o s l o c o s
Cristina Peri Rossi (1984)
L a n a v e d e l o s l o c o s
Cristina Peri Rossi (1984)
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