septiembre comienza como acostumbra. la gente parece despertar. en la tele hablan del síndrome post-vacacional y yo me siento, como siempre, en minoría. ojalá tuviera de eso. ojalá hubiera tenido vacaciones. pero no me puedo quejar. también empieza septiembre con las cifras del paro. y, de nuevo, estoy en minoría. ni trabajo ni dejo de trabajar. no cuento en uno ni otro lado. difícil de explicar. yo ya no lo hago. es como cuando te preguntan: ¿de dónde eres? debería ser tan fácil contestar. y. sin embargo.
ultimamente me persigue la mala suerte, me digo. y, a veces, también les digo. pero en realidad no me lo creo. no creo en la suerte. a duras penas creo en dios. o cómo se diga. o cómo se llame. como mucho, como mucho, creo en el tao. ya saben, el camino. eso es todo. no interfieras. eso es todo. no hagas nada si no es preciso. eso es todo. la herida duele. oportunamente para mi miedo. el dolor físico es ineludible. desmemoriado, pero ineludible. el cuerpo, si no le instigan, recuerda vagamente. de todos modos no lo aguanto y salgo. sé que no debería. sé que debería quedarme en reposo pero las paredes. me hunden.
así que yo también cojo el coche y salgo. voy a la biblioteca, aparco donde siempre. fotocopio, hojeo libros. devuelvo los prestados y tomo más. sé que probablemente no voy a leerlos. pero igualmente los tomo. en el camino de vuelta me encuentro a P. charlamos un rato, pero algo me dice que se me hace tarde y me voy. todavía llego al cine, me digo. todavía llego. pero lo que ocurre cuando llego, es que el coche no está. me lo han cambiado por una pegatina de color naranja. y menos mal, no? podría ser peor. todo podría ser mucho peor.
llego a casa, con una hora y media más en las entrañas, y 100 euros menos en el bolsillo. es lo que hay. es lo que hay. me tomo una cerveza. escribo sin prisa. me fumo un cigarro y me digo, nena, se acabó.
lejano está ya el tiempo de las milongas. hoy no has volado. y definitivamente no volarás. estaba tan claro. lo que ocurre es que las señales sólo tienen sentido después de tomar el camino equivocado.
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Si pudieras escarbar en mi pecho, y escarbar en mi alma, y escarbar debajo de las tumbas, no encontrarías nada. Es sólo el tiempo el que nos pone algo en las manos, una fruta, una piedra, algodones o vidrios.
Soy inmensamente esta hora. Me he puesto esta mirada en los ojos y estoy frente a las sombras. La vida sólo dice las palabras que le hemos enseñado, y el silencio es un cristal opaco, el misterio es un muro detrás del cual no hay nada.
¿Cuál es el esqueleto de mis días?, ¿qué rastro, qué huella de mí queda?, ¿qué permanece, sino estos vanos humos de memoria, encerrados en este cuarto ciego? ¡Abrid las ventanas!, ¡que entre la luz y que entre el aire, el aire que es el más fiel testigo de la vida!
En vano quieres sacar agua del pozo. El ayer se ha secado, y sólo los rastrojos bostezan su arenal oscuro.
Jaime Sabines
Yuria (1967)