Al fin y al cabo, tú mismo lo escribiste una vez: cuando por ambas partes existe el deseo de vivir en amistad, si de vez enc uando no se está de acuerdo, uno no se resiente tan fácilmente, o, si se resiente, se repone pronto. Sólo cuando se es convencional es inevitable que se produzca la amargura. Donde hay convencionalismo hay desconfianza y de la desconfianza nacen toda clase de intrigas. Sincerémonos, pues: no estoy segura de que ésta sea una buena idea, pero confío en tí, así que voy a contarte algunas cosas ¿de acuerdo?. No todas, las que crea que te acompañarán si te sientes, tal como afirmas, encerrado como un gato en un almacén.
Avanzaré deprisa por ciertas etapas(...) Importa poco cuál fue el desencadenante, lo evidente es que, pese a mi predisposición, yo creo que fueron mi mala educación y mi soledad las que avivaron la dolencia.(...) Pronto, muy pronto, llegaron las crisis. (...) El episodio acabó con el regreso de mis padres, pero entonces llegó la Transición y me dio por pensar en política, hasta que me convencí de que el botoncito rojo del televisor era el botón nuclear que podía iniciar la guerra. Recuerdo que pasaba horas delante del botón, dudando si debía encenderlo o no. Mi madre me gritaba y me empujaba, sin entender qué ocurría y sin preguntarme por qué hacía aquellas cosas. Nunca supo que mi temor era hacer explotar el mundo. Tampoco sé si le hubiera importado.
Con el tiempo empeoré, incluso llegué a padecer una postración psicótica, más grave que la de Ana, y acabé, como ella y como tantos, optando por la tremenda, con un intento de suicidio que me dejó tres semanas en coma. (...) lo que más me ha costado asimilar a mí han sido los abusos de mis hermanos. No entendía, ni aún entiendo, porqué ellos, tan violentos, llevan una vida respetable en la comunidad mientras que yo, que sufrí sus ataques, tengo que demostrar a cada instante que estoy integrado.(...) El caso es que poco después nos dimos cuenta de que se nos negaba continuamente la oportunidad de decidir por nosotros mismos. Como si al haber enfermado de la mente ya no fuésemos capaces de razonar.
las voces del laberinto
(historias reales sobre la esquizofrenia)
- ricard ruiz garzón -
(historias reales sobre la esquizofrenia)
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