15/4/06

un pesimista profesional


El mundo de Eduardo no era éste sino otro. Como Rimbaud, fue incapaz de aceptar la vida tal como era, la detestaba porque no era como la había imaginado. No aceptaba las debilidades de sus compinches ni sus mezquindades. Era implacable, carecía de tolerancia o compasión con ellos. A Eduardo nada le habría gustado más que tener pico y plumas, y poder volar.
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Como Eduardo se consideró extranjero en un mundo extraño decidió ir hasta el fin del modo que a él le gustaba ser o sabiendo cómo no le gustaba vivir, aun contando con los inconvenientes que tiene eso, pues chocaba a diario con las esquinas de la realidad. (...) "es el tipo de personaje que hace una apuesta muy fuerte. La mayor parte de la gente de mi edad en este país hizo apuestas a partir de la segunda mitad de los sesenta, pero la mayor parte se replegó y se buscó una vía de supervivencia muy confortable. Eduardo la mantuvo hasta el final y eso es admirable." (...) Eligieron el goce y la diversión como arma política.
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Eduardo fue un leal de los surrealistas desde la adolescencia hasta la muerte. Como ellos, se tomó muy en serio arte y vida.
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"No intento justificarme, pero hay una cosa que está clara: mi forma de vida es absolutamente incompatible con cualquier trabajo."

Dicen que aquellos que admiran a Panero, odian a Eduardo, y al revés. Y no sólo entre los que los conocieron. A mí no me ocurre pero se me ocurre que debe ser porque ellos mismos también se aborrecieron (y amaron) a ratos. En algún momento del libro, a raíz de escribir el prólogo de un libro de H.P. Lovecraft (vida y obra no tienen por qué parecerse), Eduardo comenta que los prólogos no los lee nadie, y que son didácticos y repelentes. Estoy de acuerdo. Yo nunca los leo, como mucho al final. En el prólogo de este libro se cita a Octavio Paz: "Los poetas no tienen biografías. Su biografía es su obra".

-Pero, ¿cuál es la verdadera dimensión literaria de Haro Ibars?

-Yo distingo el personaje de la obra. Escribí este libro porque consideraba que su vida merecía ser contada. Me reprochan que Haro es un escritor menor, un gilipollas, un payaso. Pero lo que a mí me interesa es su historia.

Panero diría: no utilicen mi torpe biografía para juzgarme (al fin y al cabo, dicen, la obra es lo importante). Apuesto que Haro Ibars no diría lo mismo. Se puede ver el genio en la locura de Panero y cierta lucidez en las perversiones de Eduardo. Su vivir a la contra era intratable pero...

Por otro lado el libro es una crónica de España hasta los 80. Más o menos acaba cuando empiezan mis recuerdos. Es curioso. Conmovedor. Y es que la lucidez no es un flotador.

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