25/1/09

la chica de la bolsa de peces de colores


EL PREMIO

Tendríamos 11 o 12 años, 13
como mucho. Habíamos ido de excursión al desfiladero de Pancorbo,
en la cadena de los montes Obarenes (Burgos, España).
Justo hacia mediodía entramos en el pueblo: sol
a raudales, como vertiéndose desde aquellas paredes
de roca viva: un embudo
de luz. Los escolares, con sus pequeñas mochilas
buscan la tienda para gastar dinero
en chucherías. "¡Una bolsa de pipas! ¡Un chicle
Bubble Gum! ¡Dos barras de regaliz de Zara!"
El ángel de la Gracia se posa en la sonrisa
de la dependienta: es sólo un poco más mayor que nosotros, pero lo suficiente
para que su belleza nos intimide
y nos exalte. Tú te quedas mirándola
embobado, con un minúsculo papel en la mano extendida:
"¡Anda, pero si la bolsita de éste tiene premio!"
Pipas
La Pilarica (¡Qué ricas! ¡Repita!). Pipas
Facundo (...Y el toro dijo al morir: ¡Siento dejar este mundo sin probar pipas Facundo!)
Y tu rubor es sólo comparable al de la chica,
azorada: "No está mi madre ahora, no sé qué debo darte".
Es la primera vez que te toca
un premio, y os vais con cierta sensación de decepción
tras el pecado, nuevamente a la luz
alta de la calle y las risas, el aire lenitivo
para tus orejas coloradas. Pero luego, cuando las pulsaciones
amainan, ya casi al dejar
atrás el pueblo, ella llega corriendo, buscándote
con la mirada: "¡Toma!
¡Ten!" Y te da algo que ahora no recuerdas (un silbato de plástico, un bolígrafo BIC, una libreta...), jadeante aún por la carrera, y te planta un beso de propina y se vuelve a su vida, a su cielo, para que a ella sí puedas olvidarla.
Para que la recuerdes hoy.


1 comentario :

Anónimo dijo...

.
qué extraordinariamente estimulante
es todo lo que te turba [ a esas edades]

salud
.

One cannot be deeply responsive to the world without being saddened very often. // Erich Fromm